Jorge Chávez Noriega

Entrar al Gran Hotel Bolívar es hacer un viaje a la época que mejor representa los años de esplendor de nuestra era republicana. Aún conserva sus columnas y pisos de mármol, así como sus espejos de marco dorado, sus muebles de terciopelo y sus imponentes luminarias que se descuelgan del techo. En el ‘lobby’ nos da la bienvenida un automóvil Ford T de los años veinte del siglo pasado y, a un lado, sigue operando uno de los dos primeros ascensores que se instalaron en el Perú. Afuera suenan las bocinas de los carros que transitan por el centro, pero aquí adentro es como estar en otro mundo: uno que se resiste a desaparecer, a pesar del paso del tiempo.

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