Gladys Pereyra Colchado

El último informe del INEI puso en cifras la cruda realidad que vive el país: aumentó la pobreza y pobreza extrema, la canasta básica de alimentos subió de precio y la anemia en niños sigue siendo superior al 40%. Pero hay algo puede resumir el impacto de no tener dinero: pasar hambre. Esto también tiene un indicador y evidencia que las brechas se hacen más agudas incluso en la capital.

El déficit calórico mide cuánta población no puede cubrir sus calorías mínimas para subsistir. Aunque la mayoría de indicadores evidencian que Lima se encuentra en una situación menos desfavorecida que otras regiones, con esto sucede lo contrario. El déficit calórico de la capital es de 43.5%, por encima del promedio nacional (36%) e incluso del urbano (32%) y rural (33%). Cuatro de cada diez limeños pasa hambre.

Jessica Huamán, decana del Colegio de Nutricionistas de Lima, explica que este déficit no solo se traduce en hambre sino también en riesgo de sufrir otras enfermedades. “Cuando no puedes consumir la energía mínima que necesitas el cuerpo empieza a usar las reservas. La falta de minerales, nutrientes y macronutrientes y se traducen en anemia o desnutrición. Eso expone a las personas vienen enfermedades infecciosas como la tuberculosis porque el sistema inmunológico baja”, explica a este Diario.

Una de las razones del incremento del hambre se relaciona con el aumento en el costo de los productos de primera necesidad. De acuerdo con el INEI, en el año 2023, el costo de la canasta básica de alimentos subió 11% respecto al año anterior. De los 110 principales productos que la conforman, 95 subieron de precio.

Javier Herrera, miembro de la comisión consultiva del informe de pobreza monetaria del INEI, añade que la situación resulta especialmente difícil para Lima Metropolitana, donde viven un tercio del total de los pobres que hay en el país. “La tasa de personas en situación de pobreza en Lima es mayor que en Cusco. Lima ya no es la tierra prometida que motivó a muchos migrantes a buscar mejores oportunidades. Ahora también se ha convertido en un lugar donde hay pobreza extendida. Si consideramos el numero total de personas en extrema pobreza, hace apenas 4 años, entre 2023 y 2019, 1 de cada 20 de los pobres extremos vivía en Lima, ahora es 1 de cada 5″, dijo d

El crecimiento del hambre en Lima también es significativo: “En el 2015, el déficit calórico era de 19.7% y ahora es 43,5%, es decir se ha más que duplicado las personas que están en esta situación. Quiere decir que hay más hambre en Lima que en el resto del país”, advierte Herrrera.

Estrategias para reducir el hambre

Para la decana del Colegio de Nutricionistas, es indispensable que se agilice la reglamentación de dos iniciativas que pueden ayudar a afrontar el problema en Lima Metropolitana: la recuperación de alimentos. Se estima que el 43% de alimentos que se producen en el país se desperdician.

“Hay una ordenanza en Lima a la que falta la reglamentación para promover y ordenar la recuperación de alimentos de mercados. La Ley que se publicó en el 2022 tampoco ha sido reglamentada”, advirtió Huamán. Asimismo, existe un proyecto de ordenanza para promer los huertos urbanos en comedores populares, ollas comunes y otras zonas de Lima. La iniciativa fue archivada.

En Lima Metropolitana hay más de 2.400 ollas comunes que alimentan a más de 250.000 personas.
En Lima Metropolitana hay más de 2.400 ollas comunes que alimentan a más de 250.000 personas.
/ Joel Alonzo

Sobre la norma, Ley 31477, el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) informó a El Comercio que cuenta con la segunda versión que ha sido socializada con actores del equipo técnico de la COMSAN (Comisión Multisectorial de Seguridad Alimentaria y Nutricional). Después de su respuesta se tramitaría su prepublicación. “Se ha previsto contar con el reglamento aprobado para el mes de julio de este año”, informaron.

No es lo único que se puede hacer, Herrera señaló que se requiere reformular los programas sociales para atender también la pobreza urbana. A diferencia del área rural, las zonas urbanas carecen de recursos suficientes para el autoconsumo.

Otro punto es replantear el crecimiento urbano porque impacta en las condiciones de pobreza. De hecho, que existan zonas urbanizadas sin servicios básicos aumenta la desnutrición y anemia, advierte Jessica Huamán. “Si no hay agua o electricidad para que tengan refrigerador puede desencadenar en parasitosis u otras enfermedades. Tampoco puedes aumentar la vida útil de los alimentos”, sostiene.

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